viernes, 16 de agosto de 2013

LA PASIÓN DE UN RÍO APASIONADO.

Me he sentido fluir, salir a flote, brotar de entre las entrañas de una tierra que me alimenta en minerales. Está oscuro; pero, siento que ya estoy naciendo. Me acompaña una efervescencia que me empuja. Ahora me siento fluir… allá arriba se ve una luz que me ciega pero sé que es el inicio del camino.
Mi sendero es angosto; pero serpenteante. Me rodea pequeña vegetación; estoy bajando en loco recorrido. Hay moléculas de mí que mojan las orillas;  orillas que me tocan, que prefiero no sentir; a veces arena cálida y suave; otras, rocas que me cortan infringiendo cruento horror.
En  las orillas me he visto partir en dos, en tres; a veces. Y así, rasgado, destrozado continuo mi  deambular. Siento que parte de mí, queda en esas orillas. A veces caigo tan profundo y me he sentido tocar fondo, para rabioso resurgir entre brumas!
Alguna vez,  me he visto muerto o  casi muerto… ansío ¡ver  la luz! Qué será lo que me jala; tal vez al final de la corriente lograré comprender; solo sé que me arrastra algo y sigo en mi tortuoso recorrer.
 Casi  nunca me he detenido para ver;  pero, en aguas calmas, en lento transitar, he visto mundo porqué vivir; he visto penumbras florecer;  he contado por las noches miles de puntos de luz. A  veces empozado he sabido llorar, aumentando mí caudal y después de tanto llanto me he sabido volver a recorrer. Alimentando y saciando, entre raíces, entre fauces, entre manos y vasijas me he visto sortear y discurrir…
He visto parte de mí apartarse en canales y acequias; extinguiéndose en inmensos campos entre sembríos y bosques.
Me  he sabido surcado por alegres peces, casi no me miran;  les he hablado; pero, no me han respondido, solo muy solo… a veces muy silente y otras bullicioso; he sabido pasar en mi camino.
Muchas veces en mis aguas han bailoteado, nadado y jugado. Con ellos si me he divertido. Son tan puros y cristalinos. Ellos me han escuchado y me llaman rio…y a ellos les dicen niños.
He visto muy triste al amigo árbol; desecho en su forma; inerte y sangrante surcar mi aguas. Le he cantado un réquiem y dedicado una elegía.
He sentido ampliar mi sendero, más ancho me he vuelto y sentido encima de mí mostrencos animales soportarse en mí, con un aspa que me ha sabido herir; se impulsan en mis magnitudes;  los he visto sangrar, casi siempre sangran; pero su sangre me enferma y más enferma al amigo pez.
Ahora  que estoy por estos lares, he visto muy pocas estrellas. Creo que temerosas se ocultan;  ahora hay luces que alumbran en tierra hacia el cielo: Bulliciosas ciudades.
Al pasar por estos lados me siento más enfermo.  Ya no hay prisa en mi recorrido. No hay corriente, mi transitar lento es agonía. Ya  no soy cristalino, estoy muy enfermo, casi no me veo; antes podía verme de extremo a extremo. Hoy,  ya no sé por dónde estoy; he perdido la vista, ciego estoy; solo mi tacto me conduce. Me siento rodeado de muchas cosas, me siento como basurero y ahora sé que estoy muriendo. A  pesar que estoy ciego mi tacto y mi olfato aún están. 
Me  da vergüenza decirlo; pero, estoy oliendo mal; me surcan desperdicios y animales con pelos,  dientes grandes, espeluznante chillar, tengo miedo. Casi  nunca saboreo porque sé que he de tener mal gusto.  Me  he vuelto viejo, camino lento y pesado. Esa  atracción que me arrastraba… ya no está más.
Creo que perdí inspiración. Aún recuerdo mi nacimiento: agüita clara, cristalina y helada que brotaba allá arriba y traviesa recorría; saltaba entres hierbas y campos. Esa  vitalidad hoy está turbia, ciega, a tientas y muda. Prefiero  no abrir la boca y soportando esta hediondez me arrastro; escucho a lo lejos un rumor, pareciese corrientes castigando una orilla.

Me  siento invadido, me siento más pesado, aplastado, me falta aire. Es  mi fin, sin duda, no veo; pero algo inmenso me devora. ¡Qué pena!, seguro  le contagiaré. Me  disemino. Éste es el fin. La  muerte es salada; eso sí lo probé. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario